Tras muchos amaneceres falsos, el Sol al fin comienza a brillar sobre las apuestas en energía verde.
El apoyo público al movimiento ambiental se ha disparado en el curso del último año, al igual que el respaldo político en muchos países.
De manera crucial, el costo de la energía renovable ahora puede competir con el de los combustibles fósiles. Los intereses de gobiernos, corporaciones y consumidores al fin parecen estarse alineando.
El mercado accionario ha tomado nota. Tras años de registrar un desempeño decepcionante, los índices que siguen a las acciones de energías limpias tocaron fondo a fines del 2018. El índice S&P Global Clean Energy, que cubre 30 acciones importantes de compañías de servicios públicos y energía limpia, ahora registra un avance del 37% en el curso de dos años, incluyendo dividendos, comparado con 18% del S&P 500.
La crisis del Covid este año retrasará algunos proyectos renovables, pero podría agilizar la transición energética en otras formas.
El gasto en energía alternativa se ha mantenido mucho mejor que el gasto en petróleo y gas. A nivel global, ahora se espera que la inversión en energías limpias represente la mitad de la inversión total en todo el sector energético este año, de acuerdo con UBS.
Además, la crisis ha presionado a los gobiernos a gastar dinero, incluyendo en tecnologías renovables. El enorme plan de estímulo anunciado por la Unión Europea el mes pasado es indudablemente verde. El Gobierno alemán incrementó los subsidios a los vehículos eléctricos como parte de su paquete de estímulo relacionado con la pandemia, en vez de lanzar un programa de «dinero por autos viejos» estilo 2009. Los planes de China también incluyen incentivos de energía limpia.
La gran interrogante para los inversionistas ya no es si la energía alternativa será convencional, sino cuál es la mejor forma de abordarla.
Las energías eólica y solar ahora son tecnologías maduras que ofrecen rendimientos predecibles a largo plazo. Las grandes baterías de ion-litio, como las que impulsan a los autos Tesla, se están industrializando
De manera más especulativa, el hidrógeno es un combustible verde prometedor para sectores difíciles de descarbonizar como el transporte de larga distancia, la aviación, el acero y el cemento.
Muchas compañías importantes -como Royal Dutch Shell, Air Liquide y Toyota- tienen iniciativas verdes con valor de muchos cientos de millones de dólares. Sin embargo, son una parte relativamente pequeña de estos negocios grandes, de los cuales algunos de sus otros activos podrían quedar obsoletos por la transición energética.
Al otro extremo del espectro están muchas compañías no comprobadas de tecnología limpia. El momento correcto es crucial ya que pueden ser publicitadas con bombo y platillo hasta alcanzar valuaciones descomunales con base en poco más que emoción y proyecciones de crecimiento exponencial.
El productor de camiones de carga eléctricos de primera etapa Nikola se disparó en su debut de mercado este mes a una valuación que en cierto momento superó a la de Ford.
A los inversionistas les podría ir mejor si observan a los especialistas establecidos en medio. Vestas es fabricante número uno del mundo de turbinas eólicas. Orsted, otra compañía danesa, ha hecho la transición de productor de gas y petróleo a proveedor de energía eólica y aspira a ser la primera gran empresa de energía verde.
De manera más especulativa, la compañía canadiense Ballard tiene tres décadas de experiencia produciendo celdas de combustible de hidrógeno.
El pobre historial a largo plazo de los índices accionarios y fondos de energía limpia tiene mucho que ver con el periodo hace alrededor de una década, cuando los fabricantes chinos de paneles solares incrementaron su escala y empujaron los costos a la baja.
Eso aceleró las instalaciones de paneles, pero aplastó los márgenes, dejando a muchos productores estadounidenses y europeos muy publicitados, y a sus accionistas, en números rojos. Esa experiencia se mantiene como una lección importante: el lanzamiento exitoso de una tecnología verde no garantiza rendimientos para los accionistas.
Sin embargo, las compañías que han surgido de la crisis prolongada con posiciones de mercado y modelos de negocios fuertes deben beneficiarse al tiempo que las economías se vuelven limpias.
La revolución verde al fin está sucediendo. Los inversionistas simplemente necesitan pensar bien cómo incorporarse.
Edición del artículo original
Fuente: Reforma, Negocios, Junio 25, 2020