En los últimos años, las empresas en los países miembros del G20, como México, han reducido el presupuesto destinado a pagar salarios. Realmente tienen el poder de mejorarlos, de invertir en capacitación y, así, impulsar la economía, dice la consultoría McKinsey.

La respuesta a las crisis venideras “radica en el crecimiento sostenible e inclusivo”, sostiene la consultoría McKinsey. En términos laborales eso significa promover la igualdad de oportunidades, pagar salarios justos e impulsar la adquisición de habilidades tecnológicas.

“Los desafíos para la sostenibilidad y la inclusión son grandes y urgentes”, señala la firma en el reporte Hacia un futuro sostenible, inclusivo y en crecimiento: el papel de las empresas.

Lo son porque con una economía del conocimiento en expansión hay más demanda de personal con mejores habilidades tecnológicas y cognitivas. Al mismo tiempo, la automatización y la inteligencia artificial (IA) están desplazando cada vez más el trabajo rutinario, advierte.

En América Latina y el Caribe, donde “el 10% más rico de la población gana 22 veces más que el 10% más pobre”, la automatización de diferentes tareas podría incrementar la desigualdad, ha señalado el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

No solamente los gobiernos tienen la obligación y responsabilidad de actuar de inmediato, apunta McKinsey. “Las empresas, que generan más del 70% por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, serán un actor clave”. Mientras más grandes sean, mayor es su cometido.

Sin embargo, en los últimos años, a pesar de que las empresas en los países miembros del G20 —incluido México— pagan más 11,000 millones de dólares al año en salarios, “la parte de sus ingresos que va a sus trabajadores ha caído”.

El reporte de la consultoría fue presentado en la pasada Cumbre B20 Indonesia 2022, organizada por la comunidad empresarial del G20. En él, indica que las compañías con más de 1,000 millones de dólares en ingresos representan alrededor del 30% del PIB mundial.

Y son éstas “particularmente importantes para atraer a los trabajadores a empleos formales, productivos y de mejora de habilidades en economías de bajos ingresos. En resumen, tienen el alcance y las capacidades innovadoras necesarias para transformar y dar forma a cómo crece la economía”.

Propuestas para las grandes empresas

Una de las iniciativas que deben emprender es “priorizar la contratación inclusiva”. Esto quiere decir, modificar los procesos de reclutamiento para que más mujeres, personas indígenas, afrodescendientes, no binarias, con discapacidad o de la tercera edad tengan el mismo piso para ingresar a la compañía.

Una vez dentro, la capacitación y la atención de la salud mental son otras medidas que aceleran “un ciclo virtuoso entre la innovación, el crecimiento y los ingresos de los trabajadores”.

Además, la innovación “impulsa el crecimiento general, más ingresos fluyen hacia los hogares y pueden ser gastados por aquellos que están por debajo de la línea de empoderamiento, o ahorrados e invertidos para la sostenibilidad”.

Esa innovación a la que se refiere McKinsey es también la búsqueda de colaboración con los gobiernos. Pero son primordialmente las empresas las que “pueden cambiar la forma en que crean y comparten los beneficios” con sus trabajadoras y trabajadores.

Pero en ocasiones las organizaciones están renuentes a invertir en programas de capacitación para su personal “si el caso de negocios no es obvio, si es probable que esos trabajadores se trasladen a otro lugar” o si no conocen qué beneficios podría traerles.

Sin embargo, cuando las compañías ofrecen capacitación “evaluando la demanda y necesidad de habilidades específicas en el futuro, diseñando una cartera de iniciativas para cerrar las brechas de habilidades y lanzando una estructura organizacional dedicada al aprendizaje, el éxito está casi garantizado”, sostiene.

Fuente: El Economista