Especialistas en la materia aseguran que el simple hecho dé que los productos contengan una advertencia sobre sus contenidos, no significa que la gente deje de consumirlos o que su alimentación vaya a cambiar Al acudir a cualquier supermercado o tienda de conveniencia en México, la mayoría de los productos procesados están etiquetados para hacerle saber al consumidor los altos niveles de sodio, grasas saturadas y calorías que poseen.

Dichos anuncios en productos como golosinas y cereales, fueron aprobados hace un año por las autoridades legislativas con el fin de que las y los mexicanos fueran más conscientes con respecto a su alimentación.

Incluso, por haber implementado y reinventado esta medida, el pasado 24 de septiembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció a la Secretaría de Salud, resaltando que el próximo etiquetado en México será uno de los más modernos que existan a nivel mundial debido a sus especificaciones.

Sin embargo, para la maestra Eve Acadia Faure Chong, docente de la Facultad Mexicana de Arquitectura, Diseño y Comunicación de la Universidad La Salle, con especialidad en Publicidad y Marketing, aunque los etiquetados sí funcionan, aún falta una cultura de sana alimentación.

«El etiquetado en realidad te advierte, pero no te educa.

Al final está advirtiendo sobre los ingredientes que representan un riesgo para la salud, pero al final seguimos sin entender qué es lo que realmente contienen, qué es lo que te hace daño o cuál es la porción que podrías comer», señala la especialista.

Desde esa perspectiva, Faure Chong comparte que las autoridades responsables, además de los etiquetados frontales, deberían lanzar una campaña permanente para entender las tablas de nutrición, y un proyecto para informar en qué consiste una buena alimentación, pues la comida que se vende en la calle, como las garnachas o elotes, no tendrá este tipo de advertencias.

«Sí, el etiquetado está bien, te da cierta información, pero en realidad no estás atacando el problema que es cómo comer de manera balanceada y saludable», detalla.

Respecto a las empresas productoras de comida procesada que ahora deben etiquetar sus alimentos, la especialista dice que sin duda les va a afectar esta implementación, pero también las hará evolucionar, agregando ingredientes más sanos a sus recetas.

Además, esta evolución por parte de las empresas se dará también porque, a partir de los etiquetados, sabrán que sus consumidores revisarán qué productos tienen más sodio, calorías y azúcares, y de ese modo elegir mejores opciones para comprarlas.

México, sin protección alimentaria Ademas de los etiquetados frontales, México carecía de programas nacionales consolidados y con recursos presupuéstales para la prevención de la mala nutrición, así lo señaló Unicef el pasado 22 de julio.

Días después de que la organización de las Naciones Unidas sugiriera al Gobierno federal diferentes estrategias para proteger la alimentación de los más necesitados, sobre todo en épocas de COVID-19, la Secretaría de Bienestar presentó la Estrategia de Alimentación, Justa, Sustentable y Económica.

Con este proyecto se buscan implementar diferentes ejes, entre los que destaca recuperar la cultura alimentaria en la familia y en las escuelas.

Además de los etiquetados frontales, las autoridades deberían lanzar una campaña permanente para entender las tablas de nutrición y un proyecto para informar en qué consiste una buena alimentación I I %el etiquetado está bien, te f \ da cierta información, pero en /jgjL \ realidad no estás atacando el problema que es cómo comer de manera balanceada ¦ Maestra Eve Acaclia Faure Chong I Exoerta en Publicidad v Marketing CONTENIDOS DE UNA DIETA SANA Frutas, verduras, legumbres (como lentejas y alubias), frutos secos y cereales integrales, por ejemplo: maíz, mijo, avena, trigo o arroz moreno no procesados.

Al menos 400 g (cinco porciones) de frutas y hortalizas al día, excepto papas, mandioca y otros tubérculos feculentos.

Menos del 30 por ciento de la ingesta calórica diaria procedente de grasas.

Las grasas no saturadas (presentes en pescados, aguacates, frutos secos y en los aceites de girasol, soja, cañóla y oliva) son preferibles a las grasas saturadas (presentes en la carne grasa, la mantequilla, el aceite de palma y de coco, la nata, el queso, la mantequilla clarificada y la manteca de cerdo).

Fuente: Capital Estado de México, Información ,Redacción, P12, 09/10/2020