La transición global a fuentes más limpias de energía está ganando velocidad al tiempo que la pandemia del coronavirus acelera un alejamiento de la inversión en combustibles fósiles, de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (AIE).
Se perfila que la inversión de capital en energía este año se desplome un 18%, al tiempo que se anticipa que la demanda global de energía caiga 5% en el 2020, un retroceso que no se había visto desde la Segunda Guerra Mundial, indicó la agencia con sede en París en su reporte anual sobre el futuro de la industria.
Sin embargo, los recortes proyectados en la inversión son muy dispares, subrayando una divergencia en lo que las compañías, los mercados y los inversionistas están dispuestos a financiar.
El gasto en insumos nuevos de petróleo y gas fue el más golpeado, mientras que la energía renovable se mantuvo mejor que cualquier otra fuente, informó la AIE. La pandemia debilitó los balances generales corporativos y aumentó la incertidumbre en torno a la demanda futura de combustibles, provocando los recortes récord.
Los proyectos de energía eólica y solar se están beneficiando de los costos a la baja, así como de apoyo gubernamental generalizado y políticas monetarias que apoyan tasas de interés bajas. La AIE espera que las energías renovables brinden el 80% del crecimiento en la demanda global de electricidad hasta el 2030.
«La energía solar es ahora el nuevo rey de los mercados de electricidad», afirmó Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE. Sobre las tasas de interés bajas, añadió: «Esto es muy importante para las tecnologías de energía limpia ya que requieren gastos por adelantado relativamente altos».
Mark Florian, director de fondos globales de energía e infraestructura energética en BlackRock Inc., el gestor de activos más grande del mundo, dijo que algunos inversionistas se sentían atraídos a los rendimientos estables que podían ofrecer los proyectos de energía renovable, pero que el sentimiento no era universal.
Algunas de las compañías energéticas más grandes del mundo han comenzado a replantear inversiones futuras ante un panorama cambiante de inversionistas y regulaciones.
El mes pasado, BP PLC detalló una estrategia para alejarse del petróleo y enfocarse en energías renovables. También pronosticó que la demanda petrolera habría alcanzado su nivel máximo justo antes de la pandemia.
«Creo que la pandemia sólo intensifica el reto del petróleo en el futuro», dijo Bernard Looney, CEO de BP, a inicios de año. Sugirió que el cambio en hábitos, como trabajar desde casa o viajar menos, podría continuar, reduciendo así la demanda de petróleo permanentemente.
La firma energética francesa Total SA indicó el mes pasado que aumentaría el gasto en energías renovables a 3 mil millones de dólares al año para el 2030, comparado con 2 mil millones de dólares anuales.
La AIE, el órgano consultor de los 37 países ricos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, que incluye a EU, Alemania y Japón, informó que la demanda anual de petróleo de sus miembros probablemente ya había alcanzado su pico, y que su sed de petróleo no regresaría a los niveles previos a la pandemia.
Sin embargo, se anticipa que la demanda petrolera siga creciendo en economías en desarrollo como China e India, llevando a que la demanda total de petróleo a nivel mundial se recupere a niveles prepandémicos en el 2023.
La AIE pronosticó que aún se espera que el petróleo y el gas natural representen casi la mitad de la mezcla de energía global en el 2040, aún bajo un escenario que proyecta apoyo gubernamental sostenido para las inversiones bajas en carbono.
Para los productores de carbón, el panorama es más desalentador. La AIE señaló que la demanda de ese combustible no rebasaría su máximo del 2014, y para el 2040 conformará menos de una quinta parte de la mezcla de energía global por primera vez desde la revolución industrial.
Birol señaló que satisfacer nueva demanda con energías renovables no era suficiente para reducir las emisiones de gas invernadero. Observó que, antes de ser retiradas y reemplazadas, las instalaciones existentes de energía e industria pesada -como plantas de carbón y petroquímicos, hornos de cemento y fábricas de acero y hierro- generarían emisiones suficientes para aumentar las temperaturas globales.
Se proyecta que esas instalaciones aseguren un incremento estimado en la temperatura de 1.65 grados centígrados, haciendo que esfuerzos internacionales como el Acuerdo de París, que busca limitar los aumentos a 2 grados centígrados, sean prácticamente imposibles, estimó la AIE.
«Lo que se construya nuevo tiene que ser limpio», afirmó Birol. «Segundo, tenemos que abordar la infraestructura energética existente, que si se deja como está, colocará a todas nuestras metas climáticas fuera de alcance».
Reducir esas emisiones requeriría nuevas políticas gubernamentales por todo el mundo, con países trabajando juntos en financiamiento y tecnología para promover energía baja en carbono.
Las lecciones del combate al Covid-19 no son alentadoras, expresó Daniel Raimi, investigador titular en Resources for the Future, un centro de políticas energéticas ambientales no partidista y sin fines de lucro.
«Hasta ahora, creo que hemos visto más desconfianza y aspereza con el Covid, en lugar de cooperación y unidad», comentó. «Veo eso como una señal negativa».
Aunque la pandemia ha provocado una caída en la inversión en combustibles fósiles a corto plazo, y un descenso proyectado del 7% en emisiones de gas invernadero relacionadas con energía en el 2020, según la AIE, ese impacto podría ser efímero.
China, el primer país en sufrir la pandemia y reiniciar su economía, ya ha visto las emisiones regresar a niveles previos a la pandemia, arrojó el informe de la AIE.
La próxima década será crucial para determinar si la transición a energía limpia empuja «las emisiones a un descenso estructural», indicó el reporte.
«Estamos ante un precipicio, podemos invertir en cosas que hacen que nuestro mundo sea más seguro o podemos meter la cabeza en la arena», manifestó Angela Anderson, directora del programa de clima y energía en la Unión de Científicos Preocupados.
«La oportunidad está ahí. Las barreras de costo están cayendo y la resistencia de los consumidores al cambio es mucho menor de la que hemos visto antes».
– Sarah McFarlane contribuyó a este artículo.
Edición del artículo original
Fuente: Reforma, The Wall Street Journal, 14 de octubre, 2020