El futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), que vincula a las economías de México, Estados Unidos y Canadá, raras veces ha lucido tan turbio como ahora.

Los negociadores incumplieron una fecha límite autoimpuesta para reescribir el acuerdo en mayo. Luego, una desavenencia entre el Presidente estadounidense Donald Trump y el Primer Ministro canadiense Justin Trudeau tras las reuniones del G7 en Quebec este mes, dejó reñidos a jugadores clave justo cuando los negociadores trataban de decidir qué pasos tomar a continuación.

El Presidente es fuertemente guiado por su instinto y sus relaciones con otros, y también es propenso a la impaciencia, lo que podría apuntar a la intención de abandonar un tratado que no le agrada. Pero esos instintos presidenciales están reñidos con otras fuerzas que le dan a Trump y su equipo comercial un incentivo para mantenerse en el tratado y seguir negociando por ahora.

Hay mucho en juego: 1.1 millones de millones de dólares en comercio entre Estados Unidos y sus vecinos y 840 mil millones de dólares en inversión que abarca desde la industria automotriz hasta alimentos y agricultura.

Trump ganó las elecciones presidenciales del 2016 con la promesa de hacer que el TLC fuera «mucho mejor» para Estados Unidos, o abandonarlo totalmente. Ya ha encendido algunas mechas que podrían hacer estallar el acuerdo, advirtiendo de posibles aranceles estadounidenses a los vehículos y las autopartes, tras aranceles impuestos el 1 de junio al acero y el aluminio de Canadá y México.

Funcionarios de la Administración Trump se han sentido particularmente frustrados con Canadá por no hacer más concesiones en la mesa de negociación.

De acuerdo con los términos del TLC, si Trump decide dejar el acuerdo, debe dar aviso formal de su intención de retirarse y luego concluir su salida seis meses después. Entonces podría buscar tratos bilaterales con los dos vecinos de Estados Unidos.

Sin el TLC, el comercio entre los países estaría regido por reglas y aranceles acordados entre los miembros de la Organización Mundial del Comercio. El Servicio de Investigación Congresional ha indicado que la actividad comercial entre las naciones probablemente sería realizada con las mismas bases que otros países sin acuerdos comerciales, pero con buenas relaciones.

Eso significaría aranceles promedio del 3.5% de Estados Unidos, 4.1% de Canadá y 7% de México. Los aranceles serían particularmente altos en agricultura, un golpe importante para los agricultores estadounidenses.

Los legisladores republicanos, especialmente los senadores de estados agrícolas que apoyaron a Trump, han buscado convencer al Presidente de que continúe en el tratado comercial y le advirtieron de potenciales repercusiones políticas en las elecciones legislativas del 2018 si deja el pacto comercial y expone a los granjeros a aranceles sobre sus exportaciones a Canadá y México.

Tres bandos clave podrían ser altamente reticentes a una salida unilateral: Canadá, México y el Congreso estadounidense. El Congreso aprobó legislación para implementar el TLC, así que una retirada unilateral podría desatar una complicada disputa legal entre los dos poderes importantes del Gobierno.

La Constitución otorga al Congreso la autoridad «para regular el comercio con naciones extranjeras» mientras que el Presidente tiene la facultad, con el consejo y el consentimiento del Senado, de hacer tratados.

Mientras tanto, sería difícil alcanzar acuerdos bilaterales. Los funcionarios mexicanos, quienes se están preparando para una elección presidencial el 1 de julio, han dicho que no están dispuestos a negociar si Trump inicia el proceso de salida.

El principal funcionario comercial de Trump, Robert Lighthizer, el Representante de Comercio de Estados Unidos, ha señalado que está dispuesto a seguir trabajando para alcanzar un acuerdo. «En su conversación la semana pasada con nosotros, de hecho, habló sobre las oportunidades tras los comicios en México, donde podría haber oportunidad de hallar terreno común este otoño», dijo el miércoles Kevin Brady, Representante republicano de Texas y presidente del comité de la Cámara baja que supervisa el comercio.

Chrystia Freeland, Ministra del Exterior canadiense, secundó eso tras reunirse con Lighthizer la semana pasada.

«Los tres países tienen claro que se han hecho avances significativos hasta la fecha y que necesitamos seguir trabajando duro para alcanzar un trato sobre un TLC modernizado», declaró Freeland a reporteros en Washington, tras una reunión de una hora con Lighthizer.

Los tres «estarán trabajando duro en el curso del verano», aseguró ella.

Aún quedan áreas de división profunda. Por ejemplo, Estados Unidos está buscando concesiones considerables de Canadá para abrir su mercado de lácteos.

Sin embargo, los tres lados han tenido avances en otros rubros. Esta primavera, Lighthizer renunció a una exigencia a las reglas automotrices del TLC que Canadá y México habían rechazado categóricamente: la idea de que todos los autos comerciados libres de aranceles en el bloque debían tener 50 por ciento de contenido estadounidense.

En vez de ello, Lighthizer trabajó con México en una regla que requeriría que un cierto porcentaje de autos sea producido con mano de obra de altos salarios, de acuerdo con personas familiarizadas con la propuesta.

Los fabricantes automotrices de Detroit se sintieron alentados por los avances, y grupos que apoyan a Lighthizer lo elogiaron como una señal de que las piezas del rompecabezas del TLC podrían acomodarse en su lugar.

Las negociaciones comerciales importantes comúnmente abarcan varios años y varias administraciones. La gran interrogante es si Trump tendrá la paciencia para llevar a término estas negociaciones comerciales de acuerdo con esos estándares tradicionales.

 Fuente: Reforma Sección Negocios, Junio 19, 2018