Inegi dio a conocer que la economía mexicana creció 2.4% en el primer trimestre del año, en comparación al mismo periodo de 2017, a pesar de los diferentes embates en los pasados meses. Por su parte la inflación continúa con su tendencia decreciente. Es sorprendente este dinamismo, ya que el país está siendo presionado por seis importante shocks, tanto internos como externos. En años anteriores cualquiera de los mismos hubiera provocado una grave crisis financiera, así como fuerte caída en la producción y el empleo. Sin embargo diversas medidas tomadas en los pasados años han dado una mayor flexibilidad, lo que permite enfrentarlos.
Los shocks que están afectando de manera negativa a la economía nacional son:
1) La política monetaria restrictiva llevada al cabo por la Fed de Estados Unidos, que se refleja en mayores tasas globales de interés y modifica los flujos internacionales de capitales. Como efecto de esto, las tasas locales de interés también se han incrementado de manera significativa.
2) Una caída importante en los ingresos petroleros que percibe el gobierno, por una disminución en el precio de este energético, así como una reducción en los volúmenes de extracción.
3) La reforma fiscal en nuestro vecino país del norte, que al reducir los impuestos federales a sus empresas, hace menos competitivas a las nuestras.
4) La llegada a la presidencia de Norteamérica de un presidente en abierta confrontación contra México, como lo demuestran el actual proceso de renegociación del TLCAN (o la amenaza de su cancelación) y el anuncio de la construcción de un muro entre nuestras naciones.
5) La incertidumbre provocada por las próximas elecciones, que podrían cambiar de manera radical la estrategia económica seguido en los años recientes y sobre la cual se tomaron millones de decisiones de inversión, no sólo de parte de las grandes empresas, sino también de las medianas y pequeñas. Como ejemplo estarían la permanencia de las bajas tasas de interés y el cumplimiento de contratos con el sector público, que si cambiasen provocarían graves problemas.
6) Los terremotos ocurridos en septiembre pasado, que perjudicó a una parte importante del centro y sur del territorio nacional.
A los anteriores habría que agregar el tema de la inseguridad en numerosas partes del territorio nacional y otros temas más.
Cuando la economía ha estado más débil y con un mayor déficit fiscal, como sucedió en lustros previos, cualquiera de los shocks anteriores provocaban graves crisis, como sucedió después del temblor de 1985 o con la caída del precio del petróleo algunos años después.
Entre los importantes cambios que le han dado una mayor estabilidad a la economía del país se encuentran: 1) La autonomía del Banco de México, que restringe el financiamiento excesivo al gobierno federal; 2) Un tipo de cambio flexible, que evita que se acumulen presiones exageradas en la balanza de pagos; 3) La existencia de tratados de libre comercio, que aseguran acceso a diferentes mercados en el mundo, incluyendo el actual con los Estados Unidos y Canadá, así como una estructura legal que permite la resolución de controversias de manera más rápida; 4) La baja tasa de inflación, que facilita un mejor funcionamiento de los mercados, así como propiciar la inversión y el ahorro de largo plazo; 5) Una mayor inversión del sector privado, sobre todo en proyectos infraestructura, que no limitan su visión a periodos sexenales; 6) Un menor déficit fiscal y deuda pública, sobre todo lo logrado el año pasado.
Aunque hasta el momento la economía ha sido capaz de resistir estas presiones (aunque con crecimiento menor a su potencial), pero problemas adicionales tendrían un efecto negativo mayor al esperado, como serían la cancelación del TLCAN o un resultado negativo en las próximas elecciones. Los distintos inversionistas estarán muy atentos a estos dos temas y a cualquier cambio en la estrategia económica que pudieran seguir los nuevos funcionarios públicos y el Congreso.
(Fuente: El Financiero / Distrito Federal / Internet, Opinión, 05:48, 15/05/2018)