En abril del 2017, la mansión del gobernador de Texas en Austin se convirtió en el escenario donde un grupo de ejecutivos de negocios mexicanos se lanzó a salvar un acuerdo comercial de un billón de dólares. Su mensaje para el gobernador Greg Abbott, un republicano, así como para un grupo de empresarios y patrocinantes, era sencillo: a Texas le convenía salvar al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC).
La idea era ofrecer información actualizada sobre los flujos de inversión y comercio y demostrar a los estadounidenses que matar al TLC sería perjudicial para sus empresas y trabajadores.
En lugar de decirles «sé bueno con México», su mensaje era «no te dispares en el pie», dijo el empresario mexicano Juan Gallardo, quien dirigió el equipo del sector privado durante las negociaciones originales del TLC y fue un jugador clave en el camino hacia salvarlo.
La historia tras bastidores del esfuerzo mexicano para evitar que Trump destruyera el TLC (y preservar su esencia en un acuerdo renegociado) viene de entrevistas de Reuters con más de 20 funcionarios mexicanos y estadounidenses de alto nivel, legisladores y ejecutivos involucrados.
Tras 18 meses de negociaciones y concesiones de ambas partes, se alcanzó un acuerdo, al que Canadá se sumó posteriormente en lo que se ha llamado el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá, o USMCA por sus siglas en inglés.
El acuerdo espera para ser ratificado por legisladores en los tres países.
Pero la perspectiva de su aprobación final en Estados Unidos se ha vuelto algo incierta desde que el partido Demócrata tomó el control de la Cámara de Representantes, poniendo un posible obstáculo en los planes de México.
CEDIENDO TERRENO
Desde la elección de Trump en noviembre del 2016, líderes políticos y empresariales de México se pusieron en campaña para salvar el tratado. Desde el principio decidieron que no responderían directamente a los ataques de Trump contra México y el TLC acerca de pérdida de empleos en Estados Unidos.
«Tit-for-tat (ojo por ojo) no iba a funcionar», dijo Moisés Kalach, jefe del brazo negociador internacional del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), que representó al sector privado mexicano en las conversaciones del TLC.
En enero de 2017, cuando Trump asumió el cargo, el futuro del TLC parecía sombrío. El nuevo presidente indicó a sus asesores que quería retirarse simultáneamente del TLC y del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), según tres líderes empresariales y gubernamentales mexicanos.
Cuando Trump salió del TPP ese mes, las campanas de alarma sonaron por los pasillos del poder en México. El entonces secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, y su contraparte en la Secretaría de Economía, Ildefonso Guajardo, volaron a Washington para evaluar concesiones en busca de conservar un pacto comercial modificado.
En reuniones con asesores económicos de Trump y su yerno Jared Kushner, los funcionarios exploraron propuestas de reglas de contenido regional más exigentes para la industria automotriz, leyes laborales más estrictas y cambios a mecanismos de resolución de disputas, según participantes mexicanos en las negociaciones, que eventualmente encontraron lugar en el USMCA.
Mientras Videgaray negociaba concesiones, el sector privado de México desplegó una operación de cabildeo respaldada por una gran cantidad de datos proporcionados por IQOM, una consultora comercial.
IQOM recopiló datos sobre qué negocios estadounidenses tenían más que perder si desaparecía el TLC, bajo el mando de Herminio Blanco y Jaime Zabludovsky, dos de los principales negociadores mexicanos del tratado original.
Fue «un esfuerzo virtual, permanente, informático de information gathering (recopilación de información)», dijo Zabludovsky.
«Y mucho de data crunching (procesamiento de datos)».
Por su parte, el CCE contrató a la firma de cabildeo Akin Gump en Washington para ayudar a identificar a cerca de 250 aliados potenciales en Estados Unidos, dijo Gallardo.
Akin Gump y el CCE hablaban a diario y se reunían regularmente en Washington «para interactuar con las partes interesadas en el USMCA en ambos lados del pasillo y en la administración de Trump», dijo un portavoz de Akin Gump, y construir la «marca y reputación de CCE como un socio confiable en este crítico problema bilateral».
REVELACIÓN
Durante las rondas de negociación el equipo de México tuvo «aproximadamente 200» representantes en Washington que lo asesoraron sobre cómo adaptar el mensaje al Representante de Comercio de Estados Unidos Robert Lighthizer, dijeron fuentes involucradas en el proceso.
Cada miembro tenía sus propios objetivos políticos o empresariales. Kalach, del CCE, dijo que habló personalmente con 36 gobernadores estadounidenses sobre el valor del comercio transfronterizo.
En la reunión de abril del 2017 en la mansión del gobernador en Texas, los mexicanos dieron detalladas explicaciones a Abbott y a empresarios y ejecutivos como el multimillonario petrolero Paul Foster, y Gerardo Schwebel, vicepresidente ejecutivo del Banco Internacional de Comercio (IBC).
«Comenzamos explicando toda la relación Texas-México, por jugadores, por montos», dijo Gallardo. «Eso fue una revelación … nadie lo había juntado en un solo papel».
Eventualmente Abbott escribió a Lighthizer defendiendo el TLCAN, enfatizando que Texas exportó más de 90 mil millones de dólares de productos a México por año y que casi un millón de empleos dependían del libre comercio con los socios del acuerdo.
AYUDA DE WALL STREET
Entre los objetivos de más alta prioridad como aliados de México estaban ejecutivos de Wall Street como Jamie Dimon de JPMorgan Chase & Co, Stephen Schwarzman de Blackstone y Henry Kravis de KKR.
Dimon dirige la Mesa Redonda Empresarial (BRT), uno de los grupos de presión con los que el sector privado de México trabajó para aprovechar el apoyo al TLC junto con la Cámara de Comercio de Estados Unidos. Él fue particularmente efectivo en la negociación, según fuentes mexicanas y estadounidenses.
Una fuente con conocimiento de los hechos señaló que, entre otros, Dimon se reunió con Kushner, Steven Mnuchin, secretario del Tesoro de Estados Unidos, y Gary Cohn, quien fue el principal asesor económico de Trump hasta abril de 2018.
Dimon llamó públicamente a México un vecino pacífico y argumentó que un acuerdo comercial ayudaría a «asegurar que la democracia joven en México no sea secuestrada por líderes populistas y antiamericanos».
El presidente ejecutivo de Kansas City Southern, Pat Ottensmeyer, cuya compañía opera trenes en México, fue uno de los muchos que presionaron por el TLC en Estados Unidos, mientras se mantenía en contacto con funcionarios mexicanos de alto nivel.
Kansas City Southern reveló que organizó o participó en 65 reuniones con legisladores o reguladores, así como en 76 discursos o conferencias en defensa del TLC, entre la toma de posesión de Trump y el cierre del 2018.
En cuestión de meses, los esfuerzos de cabildeo de México comenzaron a pagar dividendos: políticos y ejecutivos estadounidenses estaban bombardeando a la Casa Blanca con llamadas y cartas de ejecutivos y políticos que defendían el acuerdo contra las pretensiones del presidente de ponerle fin.
«Por lo que entiendo», declaró Gallardo, «Trump nunca, nunca en sus sueños más salvajes imaginó el tipo de alboroto que esto iba a crear. Y eso fue lo que lo detuvo».
Fuente: Reforma, Sección Negocios, Abril 26, 2019