Tanto el país como la Ciudad de México están siendo parte de un movimiento a nivel internacional en el que se busca la disminución del uso de plásticos, unicel y los popotes con la intención de disminuir el daño que causan al medio ambiente en todo el mundo. De acuerdo con un reporte de Greenpeace México, en nuestro país se consumen 650 bolsas de plástico por persona al año: “su promedio de uso es de 12 minutos para después ir a parar a los cuerpos de agua generando una severa contaminación plástica y provocando la muerte de miles de animales marinos ya sea por su consumo o por quedar enredados en ellas”.

«Plásticos en México», Greenpeace. La organización internacional reportó que aproximadamente ocho millones de toneladas de plásticos acaban en los mares y océanos al año, forman “el 60-80% de la basura marina (…) Se desconoce la cantidad exacta de plásticos en los mares pero se estiman unos 5-50 billones fragmentos de plástico, sin incluir los trozos que hay en el fondo marino o en las playas”. El paulatino crecimiento de la conciencia ambiental ha puesto sobre la mesa cuestionantes para gran parte de los gobiernos del mundo sobre cómo reducir el consumo de plástico, desarrollando políticas y planes para el reciclaje y la reutilización de productos que, desde hace décadas atrás, se produjeron con la finalidad de contener mercancía y que aún siguen en el mundo como canastas de diversos materiales, trastes de vidrio o bolsas de papel, que aparecieron a finales del siglo XIX y tal cual como pasa en la actualidad, fue un invento que sorprendió y fue de utilidad.

En esta toma del Mercado de San Juan de inicios del siglo XX, se puede apreciar cómo los habitantes de la capital cargaban sus mercancías en canastos o huacales de madera. Colección Villasana – Torres / Library of Congress. Bolsa de plástico que se entregaban en las Tiendas del ISSSTE en los años setenta. Cortesía Colección David Guerrero. Sin embargo, con la llegada de la bolsa de plástico -que de acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, nació en Suecia en 1965-, un invento extraordinario para su época, la bolsa de papel dejó de utilizarse ya que la segunda tenía mayor resistencia y para 1990 ya predominaba en los comercios y supermercados alrededor del mundo, lo que ayudó a que se generará una producción masiva de este tipo de bolsa.

En la capital mexicana -y en otras partes del país- hay una práctica que ha logrado subsistir en un mundo lleno de envolturas de plástico, principalmente en los mercados: el cucurucho de papel y el papel de estraza; la palabra viene del italiano cucurucho y significa «capullo» y sirve para transportar mercancías – también como barquillo para el helado – y es un cono que se realiza tras la manipulación de cualquier tipo de papel o de una hoja de pasta de harina. En esta ocasión EL UNIVERSAL platicó con tres locatarios del Mercado Obregón, en la alcaldía Venustiano Carranza sobre el uso del papel como envoltorio. Margarita es una capitalina que hasta hace un par de años se trasladaba diariamente de San Pedro Atocpan, Milpa Alta, hacia el Mercado Obregón. Ahora sólo atiende su local en fechas específicas como Semana Santa o Navidad, dejando que su hijo Gerardo atienda su puesto de chiles secos y semillas.

El puesto de la familia es de los pocos que siguen empaquetando sus mercancías en los conocidos cucuruchos, los barquillos de papel periódico o de estraza. Margarita comenta que ella lo hace de esta manera ya que así lo hacían sus padres, pero ha escuchado entre compañeros de otros puestos “que así duran más las cosas”.

Cuando alguien compra chiles secos no siempre los utiliza todos, entonces es mejor guardarlos en periódico para que se mantengan a temperatura o no se llenen de polvo, aunque claro, la gente los guarda en el recipiente que ellos quieran”, comenta. Gerardo atendiendo su local al interior del Mercado Obregón. A pesar de que a ella le resulta más barato comprar papel que bolsas de plástico, no podría guardar todo en el cucurucho, “con las semillas siento que es más complicado, porque la gente luego se lleva mucho y pues envolverlo ahí está difícil”, dice entre risas. Y continúa: “hace unos años había una señora que vendía trigo para pajaritos y todo lo daba en periódico, rara vez lo vendía en bolsa y sus clientas eran igual de mayores que ella, entonces o traían sus bolsas de tela o se llevaban de a poquito en su cucurucho”.

Otro personaje del Mercado Obregón que entrega los productos de su mercería en este tipo de empaque es Don Nacho quien envuelve tanto alfileres, como agujas, metros de listón, lentejuelas o botones- en pequeños cucuruchos, pero siempre pregunta a sus clientes si quieren bolsitas de plástico: “mi papá lo hacía así y pues yo sólo seguí la tradición, aunque con eso de que ahorita ya no es tan común que entreguen la Sección Amarilla. ¡Yo creo que lo seguiré haciendo así hasta que se me acaben!”. Mercería al interior del Mercado Obregón. Por otro lado, Doña Mary es una locataria que utiliza papel periódico en su frutería, pero no en tipo cucurucho, sino como envoltorio de papayas y manzanas. Explica que hace esto porque las frutas llegan envueltas en papel para que no “se quemen” o “se manchen”, además esto ayuda a que lleguen a su madurez. Para ella el uso de bolsa de plástico es indispensable, pero “a veces las clientas traen sus propias bolsas y las he dejado de dar”. Papayas envueltas en papel y periódico para facilitar su maduración a la vez que, también, las protege del sol. Gerardo, hijo de Margarita, comentó que en el mercado se corrió la invitación para que los locatarios ya no dieran bolsas de plástico. Considera que la instrucción es fácil de seguir, pero que hace falta que eso se diga en las casas. “Los clientes siguen viniendo sin bolsas y ni modo que no les vendas ¿no?, aquí hemos intentado ya no dar bolsas, pero tampoco las podemos desaparecer de un día para otro”.

Las tlapalerías también son sitios donde se considera al cucurucho como el empaque ideal para vender clavos, tuercas o sus derivados, aunque con mercancía más grande suelen dar bolsas de plástico. Hace un par de semanas, el Congreso del Estado de Hidalgo aprobó reformas para eliminar el uso de bolsas de plástico, recipientes de unicel y popotes, a menos que una persona lo requiera por condición médica. De esta forma, tiendas departamentales o de conveniencia, farmacias, centrales de abasto, mercados  tianguis y otro tipo de comercios están obligados a dejar de utilizar plásticos e incentivar a sus consumidores a que lleven sus propios contenedores. Afortunadamente, Hidalgo no es el único estado de la República que está modificando sus legislaciones para controlar el uso de plásticos o unicel -ya sea de forma municipal o estatal-, también lo están haciendo los estados de Baja California, Chihuahua, Sonora, Durango, Tamaulipas, Veracruz, San Luis Potosí, Jalisco, Ciudad de México y Nuevo León. Asimismo, el Estado de México ha hecho varios intentos contra la comercialización y uso del unicel, material que también daña al medio ambiente.

Aún con el arranque de estas acciones y ejemplificar que una vida sin plásticos es posible -retomando a mercados en Asia que empaquetan en hojas de plátano o esfuerzos municipales en Oaxaca o Michoacán donde los habitantes solicitan a sus alcaldes o presidentes que se prohíba utilizar plásticos- los gobiernos locales, estatales y federal tienen la tarea de buscar cómo reeducar a la población ante el cuidado del medio ambiente, ya que como lo comentaron los locatarios del Mercado, por décadas la gente ha utilizado bolsas de plástico y sin un mensaje claro que señale el impacto negativo que esto tiene en nuestro país o el mundo, la desaparición de esta costumbre parece imposible.

Tanto el gobierno como la sociedad civil, tienen la importante tarea de diseñar mecanismos a través de los cuales asumamos nuestra responsabilidad ante el cuidado del medio ambiente, ya que al utilizar únicamente envolturas de papel también se perjudica al mundo. “El fotógrafo liberó a esta cigüeña de la bolsa de plástico en un vertedero de España. Una bolsa puede matar más de una vez: los cadáveres se pudren, pero el plástico perdura, y puede volver a asfixiar o a atrapar”. Fotografía de John Cancalosi para National Geographic. Quizás con sistemas de multas o con una educación pertinente podremos lograr hacer valer las citadas tres “R”: reducir nuestro consumo, reciclar y reusar contenedores que tienen como finalidad tener una duración prolongada, como el vidrio, la tela o materiales biodegradables.

Cuadro comparativo que ejemplifica el tiempo que tarda en degradarse el plástico en la Tierra. Nuestra imagen principal muestra una vista general de las cajas de cobro al interior de una tienda de autoservicio en los años ochenta, al frente lucen las bolsas de plástico. La imagen antigua comparativa es de los años 40 y corresponde a un  mercado sobre ruedas donde el vendedor está elaborando un cucurucho de papel para entregar la mercancía solicitada a su clienta. Fotografía antigua: Colección Villasana – Torres.Fuentes: Locatarios del Mercado Obregón, Greenpeace México.

(Fuente: El Universal / Distrito Federal / Internet, Información, 00:00, 08/05/2019)