El equipo comercial del Presidente Donald Trump iniciará esta semana la complicada tarea de reescribir el extenso Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), el pacto creado hace 23 años que él ha etiquetado como un «desastre» para los obreros de fábrica de Estados Unidos.

El reto de los negociadores: buscar la manera de abordar las inquietudes de los trabajadores mientras que, al mismo tiempo, mantienen la promesa de «no hacer daño» al gran número de industrias y comunidades que ha beneficiado.

Las negociaciones con México y Canadá, a partir de mañana en Washington, marcan el primer intento concreto de Trump por traducir en políticas su fuerte retórica proteccionista de campaña.

Las primeras señales han sido en gran medida reconfortantes para líderes empresariales y socios comerciales, a quienes les preocupaba que las demandas del Presidente desplazaran las reglas que para ahora están embebidas en el ecosistema comercial del Continente.

Dicen que hay muchas cosas que todos pueden acoger en las propuestas de Trump.

La interrogante es si los negociadores estadounidenses pueden extraer concesiones suficientes a México y Canadá para que Trump pueda declarar una victoria a su base de trabajadores de fábrica sin molestar a sus simpatizantes empresariales, que han cabildeado intensamente para preservar el acuerdo.

Y aunque Trump ha acordado renegociar el TLC en lugar de eliminarlo -como estuvo a punto de hacerlo en abril-, a menudo señala que mantendrá esa opción abierta si no queda satisfecho con el desarrollo de las pláticas.

México y Canadá llegan a las negociaciones principalmente jugando a la defensiva, haciendo pocas demandas fuera de tratar de proteger y modernizar un acuerdo que generalmente ha sido más popular en esos países que en Estados Unidos.

«Nuestro primer objetivo es mantener vigente el acuerdo», explicó Moisés Kalach, empresario textil quien encabeza una campaña de la iniciativa privada mexicana para defender el TLC en Estados Unidos. «Nuestro segundo objetivo es que no se destruyan las cadenas de valor que han llevado a tanto crecimiento en las últimas dos décadas».

Los socios han establecido un plazo ambicioso, al decir que esperan concluir las pláticas para inicios del año entrante, previo a las elecciones en México y Estados Unidos que podrían complicar la ratificación de un nuevo acuerdo.

Eso sería un ritmo inusualmente rápido: el TLC original tomó tres años para completarse. La ronda inicial de negociaciones esta semana concluye el domingo; la segunda ronda da inicio en México, a principios de septiembre.

Muchas compañías por todo el Continente esperan una resolución rápida, quejándose de que la incertidumbre respecto al futuro del TLC ha trastocado el comercio este año.

«La simple mención de TLC y renegociación en la misma oración ha tenido un impacto», aseveró Daniel Winkowitsch, supervisor de ventas internacionales en Tri-States Grain Conditioning, fabricante de dispositivos de monitoreo de temperatura para graneros, en Spirit Lake, Iowa.

Las ventas de Tri-States a México, que crecieron al tiempo que las compañías alimentarias de Estados Unidos se expandieron allí, cayeron casi 75 por ciento en el primer semestre del 2017 comparado con el año pasado, a raíz de dudas sobre las políticas comerciales de Estados Unidos, manifestó Winkowitsch.

Al buscar la reestructuración del TLC, la Administración Trump busca rehacer un pacto que ha hecho mucho por transformar una región que cubre una cuarta parte de la economía mundial y que ha vuelto al Hemisferio más competitivo contra rivales en Asia y Europa, de acuerdo con sus promotores.

Desde que el acuerdo entró en vigor en 1994, se han disparado el comercio y la inversión entre los países. La industria automotriz y otros productores han creado cadenas de suministro intrincadas que se extienden por los tres países.

Sin embargo, hacer que las multinacionales norteamericanas sean más eficientes les ha costado a trabajadores de Estados Unidos sus empleos, de acuerdo con muchos sindicatos laborales, al facilitar que los productores trasladen la producción a México donde son más bajos los costos.

Trump tomó esa queja en su campaña del 2016 e hizo del TLC el enfoque de sus ataques contra un cuarto de siglo de apoyo del establishment bipartidista a la globalización -una era que inició con el TLC como el primer pacto comercial importante entre naciones desarrolladas y países en desarrollo-.

A fines de abril, el Presidente estaba a punto de abandonar el TLC y celebrar la medida en un mitin en Pennsylvania como uno de los principales logros de sus primeros 100 días en el cargo. Dio marcha atrás en el último minuto, luego de que miembros de su Gabinete argumentaron que la acción abrupta podría causar severos trastornos económicos, y de las súplicas de sus homólogos mexicanos y canadienses.

En lugar de ello, los tres países acordaron la renegociación que inicia esta semana.

La elección de Trump y sus amenazas de retirarse del TLC también han doblegado a los partidarios del libre comercio en la comunidad empresarial y subrayado un problema político de su causa: su inhabilidad para lograr que el libre comercio, y el TLC específicamente, beneficie más a los estadounidenses promedio, o al menos convencerlos de que así es.

Las pláticas sobre el TLC son una oportunidad de solucionar eso. En los últimos seis meses, una oleada de relaciones públicas y cabildeo entre defensores del TLC ha buscado replantear el debate, dentro de la Administración Trump, en Capitol Hill y entre los electores estadounidenses.

Varios legisladores estadounidenses influyentes han intervenido, especialmente de estados fronterizos y distritos agrícolas que fueron grandes beneficiarios del TLC, exigiendo que la Administración Trump se conduzca con mesura en las pláticas.

Toda esa presión ha persuadido a los allegados de Trump, si no es que al propio Presidente, a reconocer los beneficios del TLC y las alteraciones que podrían causar a las cadenas de suministros a nivel continental desarrolladas en torno a las reglas del Tratado.

Cuando la Administración dio a conocer sus objetivos oficiales de negociación, Canadá, México y las grandes compañías señalaron que había muchas cosas que podían aceptar. De hecho, ya han aceptado muchos de los objetivos el año pasado, como parte de la Asociación Trans-Pacífico entre 12 países encabezada por el ex Presidente Barack Obama y anulada por Trump.

Esas cláusulas cubrían comercio digital, que no existía cuando fue creado el TLC, y normas laborales y ambientales más estrictas.

Sin embargo, los objetivos de Trump también incluyen alusiones a las metas de «Estados Unidos Primero» del Presidente, generando inquietud en los otros países.

Entre ellos figuran propuestas para eliminar un panel especial para resolver disputas arancelarias entre miembros del TLC y de endurecer las reglas respecto a qué porcentaje de un producto manufacturado necesita provenir de la zona del TLC para calificar como un producto libre de aranceles.

Una interrogante clave es qué tan duro impulsará Trump el primer objetivo de su equipo: «mejorar la balanza comercial y reducir el déficitcomercial con los países del TLC».

Los partidarios del libre comercio apuntan que sería imposible invertir esa tendencia -impulsada tanto por factores económicos como por políticas comerciales- en las pláticas, y que intentarlo podría ser destructivo para la economía de la región.

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La importancia de México y Canadá para EU

Participación de las exportaciones totales del estado, considerando los 25 principales destinos

ESTADOS DE EU DONDE MÉXICO ES EL PRINCIPAL DESTINO EXPORTADOR

Arizona 37.6%
California 15.4%
Kansas 18.5%
Nebraska 22.9%
Nuevo México 42.9%
Texas 39.7%
Islas Vírgenes 17.1%

Estados de EU donde México y Canadá son el principal destino exportador

Arizona 47.3%
California 25.3%
Carolina de Norte 31.1%
Colorado 31.9%
Dakota del Norte 87.1%
Dakota del Sur 62.3%
Georgia 26.2%
Indiana 37.3%
Iowa 46.6%
Illinois 42.4%
Kansas 36.0%
Massachusetts 21.5%
Michigan 65.2%
Minnesota 33.2%
Mississippi 30.6%
Missouri 55.6%
Nebraska 41.8%
New Hampshire 24.1%
New Jersey 28.6%
Ohio 52.0%
Oklahoma 38.3%
Pennsylvania 37.3%
Rhode Island 32.3%
Tennessee 41.9%
Texas 48.2%
Wisconsin 45.9%

Fuente: US Census Bureau

Fuente: Reforma, Sección Negocios, Agosto 15, 2017